martes, 7 de mayo de 2013

Preciosa



Lía se sentó en su escritorio, frente al ordenador encendido. La luz de la pantalla hirió sus ojos enrojecidos mientras abría una ventana de internet e introducía su nombre de usuario y contraseña en una red social llamada “tumblr”, muy parecida a un blog anónimo, en la que solía entrar a escribir, colgar sus propios dibujos y mirar los trabajos de la gente a la que seguía.
Con manos temblorosas y sin mucho ánimo, comenzó a escribir una entrada sin título...


Todo. Lo había dado todo. SE lo había dado todo... cuando debería haber sido al revés... o al menos mutuo.
Había entregado su tiempo, su esfuerzo, su sonrisa, su alegría, sus esperanzas inventadas; por una vida que la consumía, la minaba, la derrumbaba, la aplastaba, la destruía.
¿Por qué no era capaz de decidir en su propia vida? ¿Cuánto más tendría que aguantar apresando las ansias de libertad de su alma? ¿Qué le debía y a quién para merecer aquello... y de esa forma tan cruel?
Sabía que no era gran cosa... nunca lo había sido. Pero tampoco pedía mucho. Sólo querer y ser querida. Sólo vivir sin ser juzgada. Sólo... ser aceptada.
Lo necesitaba. Necesitaba que él la aceptara. Necesitaba que la sociedad la aceptara... que le diese una oportunidad para ser la persona que en el fondo quería ser. No sólo un reflejo; una sombra.


Temblando y sin atreverse a releer lo que había escrito, pulsó el botón que publicaría su mensaje. Ya no había vuelta atrás. Ya estaba dicho.
Aún algo paralizada y sintiendo vergüenza de sí misma y su estupidez, contempló la pantalla con ojos vacíos, sintiéndose una cría llorica por contar sus penas ante desconocidos y sin dar la cara. Por no ser capaz de superar todo aquello que le hacía daño... por no ser capaz de ser la persona que el mundo esperaba que fuese y que todos daban siempre por sentado que era y debía ser.
Un pequeño icono emitió una notificación. Tenía un mensaje. Tenía una respuesta... una respuesta anónima.


Antes de nada, quiero que sepas que eres muy especial. -Lía parpadeó varias veces sin entender a qué venía aquella frase.- Estoy segura de que no me crees, pero lo eres, lo sé.
No te conozco ni pretendo fingir que sí. No sé las razones que te han llevado a escribir esta entrada, pero me dan igual; no necesito saberlas, con lo que has dicho me basta.
Leyendo esto, la primera pregunta que ha aparecido en mi mente ha sido: “¿Y qué?”. Dices que lo has dado todo, que SE lo has dado todo... ¿te has preguntado alguna vez por qué? También dices que debería haber sido como mínimo mutuo ¿por qué debería? ¿acaso lo que quiera que hicieses lo hiciste sólo para recibir algo a cambio? ¿por qué te permitiste tener expectativas o, como tú has dicho esperanzas inventadas? ¿De verdad esa persona merece tanto que TUS sueños giren sólo en torno a ELLA? Ninguna persona merece tanto honor ni tanta presión al mismo tiempo... absolutamente nadie.
Con esto, no quiero hundirte, en absoluto... Y de hecho, mis palabras no deberían tener poder para hacerlo si tú no les dejas, por mucho que yo quisiera. Porque mis palabras no importan... TÚ importas. Porque, como te he dicho al principio, eres muy especial.
Dices que sólo quieres que la sociedad te dé la oportunidad de poder ser como realmente quieres ser. Y yo te pregunto: ¿te la has dado tú a ti misma? ¿o acaso pretendes exigir a toooodos los demás lo que tú no eres capaz de dar? ¿no es eso una forma de egoísmo? ¿Acaso no eres tú la que te has convertido en tu propia sombra, en el reflejo erróneo de lo que nunca te has atrevido a ser?

Hazme un favor... o mejor, háztelo a ti misma. Levántate de esa silla, acércate al espejo más cercano que tengas, mírate a los ojos y sonríe. No importa si tus labios están pintados o sin pintar, lisos o cortados. No importa si tu nariz y tus ojos están enrojecidos por el peor resfriado de tu vida. No importa si eres diestra o siniestra... en cualquier sentido ;).
Porque eres tú. Esa eres tú. Con tus virtudes y tus defectos. Y estás sonriendo. Y esa sonrisa, cuanto más sincera sea, más llenará tus ojos de su propia luz.
No necesitas que nadie te dé nada. No necesitas que nadie te quiera con locura. No necesitas que nadie te envidie. No necesitas que nadie te acepte.
Sólo necesitas hacerlo tú.
Sólo necesitas dejar que tu sonrisa sea la alegría que inunde tu alma y tu corazón. Que la luz de tus ojos sea la única y verdadera que ilumine tu PROPIO camino.
Sólo necesitas, cada mañana y al final de cada día, mirarte en ese espejo y sonreír pensando: “Soy feliz. Soy muy especial... Porque soy YO y soy preciosa.”


Lía se secó con la mano las pequeñas lágrimas que habían empezado a recorrer sus mejillas sin permiso. Casi de forma automática, se levantó y fue al baño para mirarse en el espejo... y por primera vez en su vida, realmente le gustó lo que vio en él.
Con la sonrisa aún en los labios, volvió al ordenador con la intención de escribirle un largo párrafo a aquella persona que le había dado esperanzas. Tenía muchas cosas que decirle, muchas sonrisas que dedicarle, a una completa desconocida que nunca llegaría a conocer.
Pero al abrir el cuadro de respuestas, su mente se quedó en blanco y su corazón habló por ella, diciendo la única palabra que podía expresarlo todo y casi nada a la vez. Una palabra pequeña con el mayor de los significados.


Gracias.